sábado, 28 de mayo de 2016

LA NOCHE DE LOS PORTALES


Es Primavera, aunque aquí en Galicia esto no es sinónimo de tiempo estable, sin embargo eso no impide que los vecinos de algunos de estos pueblos de las Rías Bajas recorran praderas y casas vecinales recolectando flores y hojas que serán los elementos principales en la confección de alfombras florales.

El pueblo entero se echa a la calle en la víspera de la festividad del Corpus Cristi. En cada portal están reunidos los vecinos deshojando las flores frescas que han recogido en las últimas horas. Es ya una tradición la elaboración de  alfombras florales para la procesión que al día siguiente pasará por las calles escogidas, engalanándolas.
De  abuelos a padres y de hijos a nietos esta tradición se mantiene desde hace 150 años. Largas horas de trabajo de hombres y mujeres, que año tras año, entregan sus ratos de ocio en recoger y deshojar las flores. 
Sólo la admiración que despiertan compensa el grandísimo trabajo que requieren y el escaso tiempo que lucen impecables.
Un mes antes, los vecinos comienzan el minucioso proceso de recolectar plantas y flores.
Las abuelas son las encargadas de revelar los secretos de este arte para que no se pierda en el olvido.
 Mirto, tuya, mimosa, son algunas de las plantas más empleadas para marcar los contornos y realzar los fondos de los diseños, mientras que los pétalos más vistosos de - rosas, claveles, tulipanes, hortensias...- se destinan para los motivos centrales de las alfombras.
El momento más importante es el trazado y la ornamentación de las alfombras en el suelo, que ocupan todo el ancho de la calle y suelen tener una dimensión mínima de 10 metros y se realiza la noche anterior al día de la procesión hasta altas horas de la madrugada, cuando las calles quedan cerradas al tráfico.
Aparece aquí la creatividad de los alfombristas con composiciones únicamente florales y composiciones en donde combinan arenas y otros elementos vegetales. El resultado es un precioso tapiz que tiene pocas horas de vida.
Aquí, lo más importante es conservar una tradición que  Galicia comparte con otros lugares del mundo.

Para cada composición hace falta por lo menos el trabajo de un centenar de personas. Los que las confeccionan tienen que esperar al último momento para recolectar flores frescas y adornar con ellas los motivos florales y que según, los alfombristas, lo más complicado de esta tarea es el deshoje de la flor.

Son más de un kilómetro de mantos vegetales.
No sólo Ponteareas se viste de color en estas fechas también los pueblos de Baiona y Redondela cubren sus calles de aromas y colores. Huelen los pueblos a rosa, clavel, hortensia, acedera, tuya y pino, entre otros aromas vegetales.

Hacia la noche las calles comienzan a transformarse. La piedra y el asfalto quedan cubiertos por un inmenso mar de flores, que después, la procesión borrará  pero sus gentes no olvidarán esta jornadas de convivencia..

lunes, 23 de mayo de 2016

A TERRA GALEGA


¡Teño medo d´unha cousa que vive e que non se ve!. 

Decía Rosalia de Castro:  - tengo miedo de una cosa que vive y que no se ve- , esta aprensión por la muerte, ese siniestro presentir la tragedia, ese misterio de la niebla envolviéndolo todo, sumergiendonos en duras soledades.

Así, en Galicia, no hace demasiado tiempo

en las frías noches de invierno, al calor de la lumbre se contaban historias y leyendas llenas de un misterio candoroso y trágico. Eran, estas historias, de santos, de almas en pena, de duendes y de ladrones.
 Afuera, la galerna soplaba y parecía que en cualquier momento el tejado de la casa iba a desaparecer entre las fuertes ráfagas de un viento huracanado y, cuanto más silbaba él, más temor producían las historias.

Muchas de las aldeas se perdían entre las montañas y entonces, la única distracción que había se reducía a las visitas a la iglesia y al cementerio.

Bajo estas condiciones muchas de las realidades pasadas  fueron transformándose con el tiempo en historias dantescas sobre brujas, hadas, duendes y muerte.
Existen muchísimas leyendas, sin embargo las más conocida, la más popular y a la que más se le teme es la de La Santa Compaña.

Al anochecer, especialmente en Víspera de Todos los Santos, la frontera entre el mundo de los vivos y de los muertos se vuelve tan tenue, tanto, que es posible que un humano quede  atrapado en este peregrinaje de las almas de los difuntos.

Se dice, que en determinados días y en determinadas circunstancias, la noche se convierte en una procesión de almas en pena, vestidas con túnicas y capuchas presagiando la muerte de algún vecino del lugar. Caminan descalzas formando dos hileras; a la cabeza de las cuales un ser vivo lleva una cruz y un cubo con agua bendita. No descansa nunca, cada noche entra en trance, abandona su hogar y encabeza la procesión, guiando a las almas  a través de caminos y veredas. Despierto no recuerda nada aunque sus piernas muestran los arañazos de las zarzas de los caminos y su rostro va adquiriendo una palidez cadavérica para morir al fin si un sacerdote no lo rescata de su desdichado final. Si fallece, la muerte lo mecerá en el descanso eterno por haber purgado sus pecados en vida.
Una forma de liberarse de esta carga es encontrarse con otro humano mientras se acompaña la peregrinación. La cruz ejerce una atracción sobrenatural sobre la mente  del recién hallado, por lo que se hará cargo sin resistencia alguna a coger la cruz y sustituir al anterior .
Las almas en pena llevan una vela, pero su luz es invisible a los ojos de los vivos, sin embargo su presencia se delata por un fuerte olor a cera y un ligero viento, que no todos los humanos pueden ver. La peregrinación de "A Santa Compaña",es tan sólo visible para algunos seres especialmente dotados.
Se puede intuir su paso por un fuerte olor a cirio y en ocasiones se oyen los aullidos lastimeros de los perros.
Si se viene a Galicia, es importante conocer las diversas manera de ponerse a salvo en el caso de encontrarse con tal lúgubre procesión; pero cuando el miedo es más fuerte que la razón, lo mejor es apartarse del camino e ignorarla, aunque se dice que la forma más segura es dibujar un círculo e introducirse en él y tomar una cruz y rezar. Rezar.


"En la noche fría dejan sus moradas
viniendo a este mundo a expiar sus culpas
más después de las nueve, y en lontananza
multitud de luces caminan sin rumbo.

Sigo la procesión con un hacha de cera
soy una parte de ellos que aterrorizan la aldea
entablo amistad con fantasmas y visiones
bañando en terror a los pobres de espíritu.

           ¡ A Santa Compaña!
Cierra esa ventana y atranca esa puerta
encomiéndate al santo. ¡ A Santa Compaña!
son almas en pena que salen de la iglesia 
con la cruz y vagan por los contornos.

Por la cerradura sacan a los dormidos
para que se unan a ellas y a su tan lúgubre marcha
más pobre aquel que no pase por muerto 
porque le entregan un cirio y ese no vuelve a su lecho"








domingo, 15 de mayo de 2016

LLueve en Santiago.


No se yo que buscaba en las callejuelas que tanto me gustaba perderme en ellas. Oír el latido de la vida, adentrarme en las mismísimas entrañas de la ciudad vieja y antigua, en donde las farolas hablan con su eterno parpadeo en la oscuridad de la noche  mientras el silencio viaja entre luces y sombras.
Es al caer la noche cuando esa luz amarillenta baña las piedras de Compostela y la atmósfera cobra un aire de solemnidad y  misterio.

Si la niebla se apodera de la ciudad, ante nuestros ojos pueden aparecer arquitecturas fantásticas, torres iluminadas y sombras misteriosas. Después, cuando escampa, los charcos del pavimento, reflejan torres, balconadas, volutas, como un mundo arquitectónico invertido. Es entonces inevitable no recordar a Torrente Ballester diciendo: " Que la niebla es el caos de donde la campana va sacando las cosas."

Como yo,  la lluvia y los caminantes han buscado el silencio recogido entre los rincones de las callejuelas gastando las piedras mojadas. Casi se puede retratar el silencio cuando las campanas de la catedral apagan su tañido.                                                                                                         Canción  del Madrigal de Federico García Lorca a Santiago de Compostela 

                                                                                             
El paraguas me resguarda y me cobija.

Me hace creer que viajo dentro de una burbuja del tiempo.
 He vuelto allí donde soñaba con los sueños, de la mano del silencio. Tengo una cita conmigo; voy a mi encuentro y no quisiera llegar tarde. Subo por la Rúa del Villar, paso Fonseca y al cabo doy ya casi el último paso antes de que la Plaza del Obradoiro se abra ante mi.

La veo atravesar la plaza, corriendo bajo otro paraguas y detenerse bajo los soportales.
La observo con curiosidad y me reconozco, feliz, llena de vida y al mismo tiempo ajena a la misma vida; a la senda larga y profunda que traigo yo, mi yo de ahora pegada a las huellas de mis zapatos.

La observo, sin que perciba que la estoy mirando. Me gusta observarme y se que adora ese lugar y por lo tanto la he citado allí con la esperanza de que nuestro encuentro en el tiempo se produzca en una atmósfera de mágico misterio como a ella le gusta. De repente se gira, su mirada recorre cada rincón de su plaza, como a ella le gusta llamarla y... sin querer, se encuentra con la mía. Es joven y por tanto confiada. Me dedica una sonrisa al verme llegar que yo acompaño con otra de igual acogimiento.Nos abrazamos, ella pregunta; yo respondo. Y...
                       Después decidimos seguir buscando el silencio













viernes, 6 de mayo de 2016

FAROS: Los guardianes del mar


Donde terminaba el malecón y empezaba el muelle estaba el viejo faro, blanco y redondo, con una pequeña puerta, una ventana circular hasta arriba y una inmensa linterna.

Si la mar está en calma:
"Desde el balcón más alto de mi faro
pesco con caña
veinte metros de hilo
y un anzuelo de plata"
Emilio Prados
Los faros, esas construcciones altas, recias, orgullosas, que no temen vientos ni tempestades. Siempre alertas, oteando el horizonte con su gran ojo lleno de luz, como un hermoso dragón que vigila la entrada al mundo de los sueños donde, aveces, nos perdemos.
 La noche se ha vuelto fría y la niebla penetra en el cuerpo clavando sus interminables agujas de hielo sobre nuestra piel. 


El mar ruge desde el fondo de sus entrañas, de repente se ha vuelto violento. Grandes y enormes olas se levantan y se enfrentan furiosas con el enorme dragón. Todo se ha vuelto negro y la ausencia de color hace que nuestro miedo crezca por momentos, parece que se ido la vida.
Caballos con crines blancas cabalgan sobre olas gigantescas que fustigan sin piedad una y otra vez las rocas de los acantilados. Las gaviotas se han refugiado en tierra, ninguna sobrevuela ya, sobre nosotros. No hay estrella en el cielo, ni luna ni ningún otro lucero, solo oscuridad, oscuridad y miedo.
Parece que seremos tragados por la espuma de las grandes olas que después de chocar contra las rocas se retiran a enorme velocidad para volver a acometer con más furia, si cabe, la próxima vez.
Pero...de repente, cuando todo parecía perdido, un sonido, un destello de luz aparece entre la densa y fría niebla. 
Completamente mojados y cansados solo nos queda llevar el barco lo mejor posible, pero sólo los bofetones de las olas en los ojos y las gotas que se colaban por dentro del traje de agua eran capaces de sacarnos del letargo o de la muerte repentina.

No olvidaremos los crujidos del barco, los aullidos del viento y el estruendo de las olas al golpear sobre la cubierta, las violentas sacudidas y por y sobre todas las cosas, la sensación de sentirse muy muy pequeño e insignificante ante esta enorme y sorprendente demostración del poder de la naturaleza.

Adormilados por el frío permanecíamos en silencio atados al barco hasta que al fin guiados por la luz y el sonido de la sirena del faro entramos al abrigo del puerto.

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